IV: Náusea
Hay un pez
que se comió al mundo:
Ahora
quiere vomitar la humanidad
Y, quizás,
a la existencia misma.
Hay un pez
de ruinas circulares* que ya soñó ser soñado.
Hay un pez
que soñó tanto que ya no sueña nada.
¿Cómo puede
haber tanto eco en el agua?
No es el
agua, es lo insondable de su alma.
Hay un pez
que camina hasta la profundidad
Pues, quiere
conocer a la esfinge y su vanidad.
Hay un pez
que le develó sus estúpidos acertijos,
Pero se
quita las escamas con sus propios laberintos.
Hay un pez enemigo
que siente vértigo del hastío.
Hay un pez
que tiene un océano dentro y está lleno de vacío.
Hay un pez
que lo cegó la luz lunar y no sabe a dónde nada.
Hay un pez
que fue seducido por magos y demagogos
Quiso
regalar la sal de la mar, pues le parecía insustancial.
Ahora
recorre el océano como un desierto vano y superficial.
Hay un pez
absorto que mira la eternidad y su frivolidad.
Hay un pez
que oía y tocaba los colores de la mar,
pero se le
perdieron los matices al navegar.
Hay un pez que viaja a la necedad de la oscuridad
Y con el fluir de las olas ve que es más suciedad que humanidad.
Hay un pez
que dice que sanó que ya no siente dolor.
Hay un pez
que se mira, que dice que ya no siente las heridas.
Hay un pez orate que se ríe, que no ve las cicatrices
Y en un golpe de locura, se arranca la certeza de las vísceras.
Hay un pez
que dice que hay un pez que ya no quiere ser pez.
Cass de Açaí





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