Léete
Eres el destello que calma el insomnio de la aurora, la náusea matutina, la liante agorafobia, las manos trémulas, los pasos quebradizos, tus ansias de comer para saciar el vacío, tu jadeante respiración y tus lágrimas inconsolables.
Ya sé que esa escena la hemos visto más de doce veces, que ya no la quieres ver más. Sabes que el odioso bucle aparece de manera inesperada en busca de la misma espectadora. Ya sé que te cuesta abrazar la fragilidad, ya sé que te cuesta sentir la pesadez, ya sé que buscas abrazar al viandante temporal para no sentirte sola.
No busques la calma en los ojos de los forasteros transitorios. Tú tienes tus palabras, tus manos que te abrazan, tus textos rudimentarios que te recuerdan que la borrasca cesa.
Quizás a veces no lo sepas, probablemente lo olvides, pero tú sabes cómo cobijar tu vulnerabilidad; ya lo has hecho antes. Tú eres la fuerza céntrica que te hace seguir en movimiento, eres la marejada que alivia el desconsuelo. Solo tú puedes dejar de tejer el tapiz de Arachne. ¡Recuerda! Eres la sonoridad de tus letras que acompañan tu corazón delator.
Léeme, léete, cuando la paranoia intente apagar el resplandor.
Cass de Açaí




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